El paraje de la Fuenfría, a caballo de los municipios de Parauta e Igualeja y articulado en tres áreas: Fuenfría Baja, Fuenfría Alta y Cerro del Robledal, es uno de los enclaves, en todos los sentidos, más interesantes del sector oeste del Parque Natural Sierra de las Nieves. Algo tendrá que ver el cabalgamiento de litologías en este peculiar rincón serrano, donde afloran mármoles, dolomías y peridotitas. Dicha circunstancia dio pie a un interesante aprovechamiento minero que data al menos de 1782, cuando aquí se extrajo hierro para la Real Fábrica de Artillería de Jimena de la Frontera. El famoso geólogo malagueño Domingo de Orueta y Aguirre dio a conocer la existencia de un importante filón de magnetita en las proximidades del cerro de Robledal. El mineral fue explotado en galerías y cielo abierto entre los años 1870 y 1914. De aquella febril actividad restan las huellas de algunos edificios y los vestigios de las minas de la Olvidada, la Colosal, la Auxiliar y la del Cañuelo. Al frente de estas explotaciones estuvieron en sucesivos momentos las influyentes sagas familiares malagueñas de los Huelin y Larios.
En la parte inferior izquierda el llano de la Fuenfría Baja. A la derecha el cerro del Robledal con su pinar y por detrás cerro Abanto. Cierra el horizonte La Torrecilla (1.919 m)
Estoy seguro que mi paisano Francisco Molina, el de la chaqueta blanca, estaría más que orgulloso de saber que Sierra de las Nieves ya es parque nacional.
Francisco Molina, sentado con chaqueta blanca. Foto cedida por D. José Buendía
Frasquito, como era conocido por todos, fue guarda del pinsapar de Ronda cuando este monte público era propiedad municipal. En aquellos primeros compases del siglo XX el estado de pinsapar era deplorable: acechado por una carga ganadera excesiva, los carboneros y las talas abusivas entre otras agresiones. Frasquito veló y cuidó el pinsapar durante 50 años, los últimos como guarda del Estado.
Pasear por los pinsapares rondeños bien entrada la primavera, es una actividad sumamente agradable y placentera. Entre los roquedales, prados y áreas boscosas hallaremos un buen número de plantas en flor, con diferentes colores y texturas, toda una gozada para la vista. Descubrir cada planta es una tarea didáctica y divertida
Sin ninguna clase de duda, mi montaña favorita, mi confidente, la que siempre está ahí, la que nunca falla. Mi primera ascensión al Torrecilla tuvo lugar en la primavera de 1979. Desde entonces, la he visitado en numerosas ocasiones, en diferentes estaciones y con diversas climatologías. La más de las veces la he atacado desde Quejigales y el puerto del Saucillo, pero también me he aventurado desde otras localizaciones, como desde Puerto Corona por la loma del Pino, los Oreganeros o la Colaílla del Tejo y desde la cara oeste por los Gorrinos, la cañada de Pilones o el abismal Paso del Cristiano. Algunas de las ascensiones me traen muy grato recuerdo, caso de la que realicé en 1991 desde el casco urbano de Tolox. Una ofrenda en acción de gracias tras superar una fuerte neumonía. En otra ocasión, más concretamente en febrero de 2002, hallamos la ladera norte del Torrecilla con más de un metro de nieve acumulada. Ese resplandeciente día componíamos la expedición Francisco Gil de Montes y mi hermano Manuel que, a la postre, fue el único que consiguió hacer cumbre… las ganas del novato. Fue su primera vez.
Una de las primeras citas sobre el Monte Pinsapar de la Sierra de las Nieves, de Propios de Ronda, la hallamos en las Ordenanzas Municipales del año 1508, donde se expresa la prohibición de cortar pino rollizo, ni rama, y que no sea para aserrar…
En pleno apogeo del imperialismo español, Felipe II diseña la Empresa de Inglaterra de 1588, más conocida como Armada Invencible, cuya meta era acabar con un incómodo competidor. Para tal fin el monarca refuerza la escuadra real con la construcción de numerosos galeones, adquiriendo 98 docenas de tablas de pinsapo destinadas a las divisiones de los compartimentos de algunos de los 127 buques de guerra.
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